INTRODUCCIÓN DRUIDAS
Para entender a los druidas tal vez haya que entender primeramente el contexto en que vivieron y se desarrollaron, es decir, la cultura celta. Los celtas eran un pueblo foráneo al ámbito geográfico que actualmente conocemos como Europa, y que se adentran en el continente hacia el siglo V a.C. Esto queda constatado tanto por los textos de los autores clásicos griegos y romanos, como por descubrimientos arqueológicos, los primeros por hablarnos de este pueblo de origen indoeuropeo, y los segundos por hallar las primeras manifestaciones de una nueva civilización de la Edad del Hierro de la Europa templada, que se corresponde con bastante exactitud con los territorios donde las fuentes históricas clásicas sitúan pueblos célticos.
Como todos los pueblos de origen indoeuropeo, los celtas han demostrado tener no sólo un rígido sistema social, sino también una excelente visión y concepto de las tareas sociales. César, quien conoció directamente a los celtas de la Galia libre, define el sistema social de los celtas continentales según un modelo de sociedad tripartita, que él mismo nos da con los siguientes nombres: equites (caballeros), druis (sacerdotes) y plebs (plebe). Salvo el nombre de druis, los otros dos están claramente latinizados, evidentemente para pretender ser entendido por sus conciudadanos. Pero, ¿por qué mantener el nombre de druis ? A mi juicio, se debe al enorme prestigio y respeto que la casta sacerdotal tenía entre el pueblo céltico, y a que llamaron poderosamente la atención de César, debido al poder e inteligencia que demostraron poseer.
La palabra druida deriva del vocablo griego «δρυs». La definición más antigua del nombre nos viene dada por Plinio, que nos dice que los druidas toman su nombre de la encina «de la cual recogen el muérdago, y comen las bellotas para adquirir sus facultades adivinatorias». Sin embargo, diversos estudiosos han llegado a otra definición tal vez más precisa. Relacionan drúi con súi, que significa «sabio»; su (=bien) o dru (=fuerte), junto a la raíz verbal uid (=saber), entran en la composición de nombres sacerdotales en las lenguas bálticas, germanas y eslavas. Según esto, los druidas serían algo así como «los muy prudentes» o «los muy sabios», y no «los hombres de la encina», como apuntaba Plinio.
Intentaremos definir las funciones de la casta sacerdotal celta, y así entenderemos mejor su capacidad de influencia sobre el pueblo. Muchos autores clásicos nos hablan de ellas: en Galia los druidas asisten a los sacrificios, de los cuales en ocasiones son los propios sacrificadores (a quienes Estrabón llama vates ), pero la principal de sus funciones religiosas era la adivinación. La adivinación presupone que el druida entre en trances y situaciones de arrebatamiento espiritual. Powell nos dice que los «arrebatamientos, trances y el poder de metamorfosearse, todos ellos indican la misma relación genérica entre el mago celta, sea cual fuese su nombre, y el chamán de la religión nórdica euroasiática». Según nos cuenta César, también tenían funciones jurídicas, ya que debían pronunciarse sobre casi todos los litigios públicos y privados. Tienen cierta autoridad de naturaleza política, que se ve claramente en Irlanda, donde, como ya he dicho previamente, el rey no puede hablar antes de que su druida se haya pronunciado. «Los druidas desempeñan el papel de educadores de la juventud». Es obvio que sería ésta la faceta druídica más temida por César, quien nos cuenta que a veces empujaban a sus discípulos al poder. Es ésta una afirmación un tanto escabrosa, en primer lugar porque puede ser pura propaganda política en contra de la casta druídica, y en segundo lugar porque puede también ser cierto en algunos aspectos. Dejando libertad a nuestro espíritu crítico, podríamos tomar ambas opciones como parcialmente ciertas: no podemos negar la subjetividad de César, pero tampoco las ansias de poder o influencia de algún que otro —si no muchos— sacerdote celta. Un ejemplo claro es el hecho de que un aristócrata o noble podía ser educado como druida.
¿Cuál es el motivo de que estuviesen tan arraigados estos cultos? El carácter enormemente cohesionador que siempre había tenido el druidismo. «El aspecto más interesante y más sorprendente fue la constitución del sacerdocio de los druidas, la organización de una sociedad religiosa que hizo del grupo de los pueblos celtas un pueblo coherente». El mismo Hubert nos dice que «el estudio analítico y comparativo de la institución del sacerdocio druídico, enseña que es esencial a la organización de las sociedades célticas». Desde este punto de vista, parece obvio que los druidas no tuviesen ninguna dificultad en ejercer cualquier tipo de influencia sobre su pueblo. Pero es que, además, la historia nos muestra claramente cómo el druidismo fue el último bastión de resistencia de las sociedades célticas contra los romanos en Galia y en Britania, y frente al Cristianismo en Irlanda, hecho que conocían y que temían los romanos, a juzgar por las campañas que sus generales llevaron contra los santuarios de Britania, y por la descalificación que sufrieron los druidas en Galia e Irlanda. «Los viajes de los druidas, sus reuniones, cimentaban la unión de los pueblos celtas y el sentimiento de su parentesco, del que su unidad hubiera podido salir».
Y es que el druidismo fue una institución pancéltica, del mismo modo que hubo deidades pancélticas gracias a esa enorme cohesión que fomentó el druidismo entre las gentes celtas. Había druidas en Irlanda e incluso en Britania, según nos cuenta César al hacer testimonio de su poder. Sin lugar a dudas, tal y como nos cuenta también César, entre otros, había druidas en Galia. No hay noticias, sin embargo, de presencia druídica en Italia, España, Galacia y el valle del Danubio, aunque ello no es motivo para descartar la posibilidad de su existencia.
Hay autores que señalan la adoración de muchos de los dioses pancélticos en España, a saber, Lug , Esus , Tarannis , Teutates , algo difícil de preservar de no ser por la presencia de una casta sacerdotal. Nos dice López Monteagudo que «en la Hispania celta no se dio la existencia de una clase fuerte sacerdotal como entre los druidas, aunque hubieran oficiantes en los sacrificios». Ella misma nos señala que al igual que «en la Galia, existió en toda el área indoeuropea de la Península Ibérica un culto muy extendido a las aguas y también a los bosques, montes y piedras». Fe de ello dan los autores clásicos, quienes nos hablan de cultos a la luna, a las aguas y a los montes. Estos cultos son comunes a la práctica totalidad del mundo céltico.
¿Qué papel ocupaba la magia en todo esto? Sabemos que eran hechiceros, y los textos irlandeses medievales nos hablan en reiteradas ocasiones de sus increíbles poderes. Le Roux y Guyonvarc’s hablan con cierto detenimiento de las técnicas rituales y mágicas de los druidas. Se ocupaban, por ejemplo, de los rituales funerarios y del bautismo. Este último es mucho más interesante de lo que parece, pues el bautismo celta era muy posterior al nacimiento. Cuando alguien nacía recibía un nombre provisional, hasta que realizase una hazaña, algo extraordinario por lo cual pudiese adoptar otro nombre que tuviese relación con dicha hazaña. Tal vez haya una semejanza entre esto y lo que hoy en día llamamos apodar, aunque este último no esté en absoluto revestido del carácter místico de que estaba investido el primero. Indudablemente, casi todos los guerreros —y algunos druidas— buscarían realizar una gran hazaña. El pueblo celta consideraba esto como algo mágico, pues como muy bien dice Powell «los celtas creían en poderes mágicos que invadían todos los aspectos de su vida y su ambiente. Lo que les interesaba por encima de todo, por tanto, era conjurar esos poderes mágicos para fines benéficos. Esto se conseguía por medio de rituales y sacrificios, y recitando mitos: aquellas leyendas sagradas que, según creían, movían a las divinidades, por el pasado y por la memoria, a satisfacer las necesidades de los mortales». Realmente era de nuevo una treta druídica: los celtas creían que los druidas tenían poder sobre los elementos naturales. La creencia en estos poderes nos ha quedado recogida en los textos irlandeses medievales principalmente. Del mismo modo, la niebla druídica estaba considerada como otro de los símbolos de su poder. Era considerado como un estado intermedio entre el aire y el agua, y se empleaba comúnmente, según la tradición, tanto por los seres del Otro Mundo como por los druidas, para paralizar o impedir los movimientos de los hombres. El feth fiada o don divino de la invisibilidad sólo estaba permitido a los seres del Otro Mundo, a los druidas y a algún que otro ser privilegiado. Finalmente, y cómo no, los druidas guardaban todo el saber referente a la magia que habitaba en la propia naturaleza. «La magia vegetal ha sido, evidentemente, muy importante en todo el mundo céltico». Su importancia la demuestra todo el ceremonial que conllevaba la recogida del muérdago con la hoz de oro druídica, y que nos relata Plinio, quien nos dice que incluso se sacrificaba a un toro blanco. Hoy en día sabemos que eso no es magia, sino cualidades especiales de ciertas hierbas, bayas, arbustos, etc. De hecho, toda esa tradición pseudomágica ha quedado recogida por la medicina actual. En aquel entonces era magia, y los druidas supieron, una vez más, manipular esa creencia para su propio beneficio. Ejemplo de este beneficio es que los druidas no pagaban ningún tipo de impuesto ni realizaban el servicio militar, tanto los druidas ya formados como los pupilos de éstos. Los mitos de los textos irlandeses nos hablan amplia y repetidamente de esos poderes que los druidas obtenían mediante brebajes, pociones, mezclas vegetales y por propia naturaleza.
Los druidas sabían cómo pedir ayuda a los dioses, cómo invocarlos y de dónde y cómo sacar la magia que les rodeaba, al igual que conocían el misterio de la ciclicidad de todos los seres y cosas del mundo. Esto les hacía respetables y les permitía ser respetados por sus conciudadanos. Eso era influencia. Ellos sabían cómo sacar provecho de todo esto, al igual que han hecho siempre los sacerdotes de la mayor parte de las religiones del mundo, si no todas Los druidas no fueron una excepción. Pero, ¿qué es eso de la ciclicidad de todo lo existente? Una norma básica que rige realmente toda la cosmovisión celta. Es un concepto religioso-espiritual. Un ejemplo de ello nos viene dado, una vez más, por César, quien nos dice que los druidas «esméranse sobre todo en persuadir de la inmortalidad de las almas y su transmigración de unos cuerpos a otros, cuya creencia juzgan ser grandísimo incentivo para el valor, poniéndose a parte el miedo a la muerte». Esta noción de la inmortalidad del alma o metempsicosis, al contrario de lo que creyeron ciertos autores clásicos al decir que su origen estaba en los padres de la filosofía griega, lo cierto es que es puramente celta.
Los druidas tenían una doctrina completa de esta inmortalidad, con una moral, una visión general del mundo, una mitología, un ritual y ritos funerarios apropiados. Enseñaban que la muerte no era más que un desplazamiento al Otro Mundo, donde el alma reside como reserva necesaria para cuando el mundo real necesite un alma para una nueva vida. «Pero por otro lado, parece que el capital de almas no se halla limitado a la especie humana y que las almas pasan por transmigración de una especie a otra». Ahora bien, no hay que confundir metempsicosis con reencarnación en la cosmovisión celta. Su concepto era algo más parecido a la inmortalidad del alma, pero ajena a la persona: el alma es lo que es, no por haber estado en el cuerpo de una persona determinada, sino por la esencia de sí misma. Esta creencia permitía al pueblo celta ser, como dijo Estrabón, aguerrido hasta la locura.
En el campo de las artes, este concepto religioso puede ver su representación plástica más interesante en el llamado triskele o triskelo , que tiene la forma genérica de una especie de hélice arqueada de tres brazos. Algunos autores asocian esta figura ornamental, que era el símbolo druídico por excelencia, con la triplicidad de las divinidades célticas, mientras que otros no se atreven a opinar y lo dejan como un simple motivo decorativo céltico de curvas y contracurvas. A mi juicio, el hecho de que fuese el símbolo druídico debe tener alguna connotación simbólica en él mismo. Sabemos que los druidas eran considerados como seres en una plataforma intermedia entre los hombres y los seresdel Otro Mundo. Posiblemente el triskele represente estos tres puntos: los hombres, los druidas y los dioses del Otro Mundo. Aunque también es posible que represente a los hombres, la tierra y el Otro Mundo, teniendo en cuenta su estructura de cosmovisión. Tal vez nunca lleguemos a saberlo con entera certeza.
El último aspecto que nos queda por tratar es el de la escritura. Los celtas no escribían nada. Sólo en época medieval se atrevieron a plasmar sus mitos y leyendas en escritos. ¿Por qué? . También es cierto que no querían ni vulgarizar los conocimientos druídicos, ni que llegasen a sabiendas de extranjeros o enemigos. Pero más cierto es aún que los druidas querían preservar aquello que les convirtió realmente en una casta privilegiada dentro del pueblo celta: sus vastos conocimientos, su magia, los cantares de las gestas de sus héroes y sus dioses, el conocimiento del modo de sacar provecho del poder divino y el poder de la naturaleza. No querían que el pueblo llano, y mucho menos la nobleza guerrera, conociese su escritura secreta, pues con ello hubiesen perdido mucho misticismo y crédito. Sin todo esto, los druidas no hubiesen conseguido preservar su poder por demasiado tiempo. El conocimiento de la escritura era el auténtico poder. Eran ellos quienes realizaban las transacciones comerciales de su pueblo, pues conocían perfectamente caracteres griegos e incluso latinos. Al igual que ocurriría en época medieval, el poder se hallaba en la escritura, y los druidas lo sabían.
Toda su magia tenía explicaciones naturales, y ellos realmente lo sabían. Ésta es su faceta más claramente humana. Sin embargo, no hay que menospreciar en absoluto la labor que los druidas emplearon en beneficio de su pueblo: les enseñaron, llevaron la civilización, hicieron de ellos un pueblo grande y coherente, mantuvieron una cosmovisión perfectamente entrelazada con sus ritos y creencias, mantuvieron el culto a unos dioses que plagaban la totalidad del mundo que les rodeaba, y se empeñaron casi ciegamente en mantener las costumbres, su historia, las leyendas y los conocimientos que durante siglos y siglos se habían ido forjando entre su pueblo.